La Nebulosa del Anillo, Messier 57, captada por el Telescopio Espacial Hubble.
Por: José Ricardo Lewy Soler (ASTRO)
Las llamadas nebulosas planetarias forman el grupo quizá más vistoso de las nubes estelares. A pesar de su nombre no hay ninguna relación entre las nebulosas planetarias y los planetas. El término fue acuñado por el astrónomo William Herschel, quien en el siglo XVIII, y confundido por la apariencia circular de muchas de estas nebulosas, las relacionó con discos planetarios. El nombre, aunque pueda llevar a confusión, se ha conservado hasta la actualidad.
Las nebulosas planetarias aparecen como resultado de la evolución de estrellas parecidas a nuestro Sol (de 1 a 8 masas solares), que han llegado a una etapa final de su vida luego de haber pasado por un estado de gigante roja (al haber agotado su hidrógeno nuclear), y haber expulsado su atmósfera en reiterados episodios de expansión y contracción, dejando una envoltura de gas que se va expandiendo poco a poco y que brilla por la radiación emitida por el núcleo desnudo de la estrella agonizante.
Una vez expulsado, el gas de la nebulosa planetaria se sigue expandiendo, empujado por los fieros vientos estelares y la intensa radiación ultravioleta del núcleo residual, hasta que empieza a difundirse, permaneciendo detectable durante unos treinta mil años, antes de que su material sea demasiado tenue para detectarse visualmente. El diámetro medio de los anillos concéntricos de las nebulosas planetarias es aproximadamente de 40,000 unidades astronómicas.
En el centro de estas nebulosas puede encontrarse una estrella enana blanca, que es el objeto remanente final de la estrella original, el núcleo denso de carbono y oxígeno que ya no tiene capacidad de fusión y que sólo emite una enorme cantidad de radiación ultravioleta a medida que va enfriándose por otros millardos de años.
Algunos científicos las clasifican como una nebulosa de emisión, ya que la nube de gas brilla al ser ionizada por la energía de la luz ultravioleta que emite la estrella enana blanca.
Estas nebulosas son mucho más pequeñas y menos brillantes, pero por su diversidad de formas, estructuras y de colores, son muy populares entre los aficionados a la astronomía.
Actualmente se conocen más de 3,000 nebulosas planetarias en nuestra galaxia y el 80 % de ellas tiene formas muy complejas, por lo que es muy difícil aplicar un modelo básico de formación para este tipo de nebulosas, sobre todo cuando son el resultado de la evolución de una estrella que forma parte de un sistema binario. En esos casos la apariencia de la nebulosa es todavía más compleja.
Existen muchos ejemplos conocidos de nebulosas planetarias que tienen nombre muy sugestivos, como la Nebulosa del Ojo de Gato, la Nebulosa del Esquimal, la Nebulosa de la Hélice, la Nebulosa del Anillo, etc.
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IC 3568, la nebulosa Tajada de Limón | NGC 2392, la Nebulosa del Esquimal. |