Por: José Ricardo Lewy (ASTRO)
Las mejores imágenes de las nebulosas no se obtienen por visión directa, sino mediante fotografía. Si uno mira una nebulosa a través de un telescopio de aficionado, lo más que podrá distinguir en la mayoría de los casos es un objeto muy tenue, con diferentes tonos grisáceos y con forma irregular. Nuestro ojo no tiene la capacidad de acumular la suficiente luz para distinguir los colores. La variedad de colores y formas de las nebulosas sólo pueden ser apreciadas en fotografías de larga exposición.
La palabra nebulosa se deriva de la palabra latina para «nube». Antiguamente se le daba el nombre de nebulosa a cualquier objeto astronómico difuso, incluidas las galaxias. Por ejemplo, la Galaxia de Andrómeda, hasta el primer cuarto del siglo XX, era conocida como la Nebulosa de Andrómeda.
Una nebulosa es una concentración de gases, la mayoría hidrógeno y helio junto a polvo estelar, que abundan en los brazos espirales de galaxias como la nuestra. No se suelen encontrar en galaxias elípticas ya que en estas el gas y el polvo interestelar es prácticamente inexistente, por lo que este tipo de galaxias tienen muy poca formación estelar y están compuestas por estrellas muy viejas.
Las nebulosas tienen una gran importancia científica, ya que en su interior nacen nuevas estrellas. Las nebulosas en principio son regiones estables, la presión interna hacia fuera contrarresta la gravedad hacia dentro, por lo que hay un equilibrio entre ellas y, por tanto, estabilidad. Pero esta estabilidad no es eterna. Puede llegar el momento en que los gases de una nebulosa comiencen a comprimirse en ciertas zonas, muchas veces impulsadas por causas externas como la perturbación gravitatoria de una estrella cercana, la explosión cercana de una supernova o la interacción gravitatoria entre dos o más galaxias. Todos estos factores pueden perturbar el equilibrio inicial de la nube.
A medida que la nube se comprime, la densidad del material comienza a aumentar y, por tanto, la gravedad también. Llega un momento en que la gravedad del material es más fuerte que la presión interna, haciendo que la nube colapse y se condense en porciones más pequeñas y de diferente masa.
El impulso recibido por las perturbaciones gravitatorias ocasiona que cada una de estas porciones comience a girar a una velocidad cada vez mayor, a medida que la gravedad hace que se junten más partículas y gas. Las porciones se va haciendo más densas. Mientras más densa es la materia concentrada allí, mayor se hace su atracción gravitatoria, la presión en el interior sube, y la temperatura también comienza a aumentar. Cada porción condensada de la nebulosa puede finalmente volverse tan caliente (alcanzado hasta unos 10 millones de grados) y densa que en el centro de ella se establecen las condiciones para que se inicie la fusión del hidrógeno formando helio, y emitiendo más energía en forma de radiación, convirtiéndose cada una de ellas en una futura estrella. Este proceso de contracción y aparición de la proto-estrella puede durar entre 10 y 15 millones de años.
El número de porciones que pueden condensarse dentro de una nebulosa puede ser de decenas, cientos o miles, es decir, las estrellas no nacen solas, sino que lo hacen en grupos; son decenas, cientos o miles de estrellas que pueden formarse más o menos a la vez dentro de una misma nebulosa.
Hay cinco tipos principales de nebulosas: nebulosas de emisión, nebulosas de reflexión, nebulosas oscuras o de absorción, nebulosas planetarias y remanentes de supernova.
En las próximas entregas de esta serie detallaremos cada uno de estos cinco tipos de nebulosas. Mientras tanto, puede ver el siguiente video acerca de las ideas presentadas arriba.