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En el año 46 aEC, Julio César reformó el sistema del calendario. Basado en el consejo del astrónomo Sosígenes de Alejandría, el calendario juliano incluyó un día bisiesto cada cuatro años, para tomar en cuenta el hecho que el año de la Tierra dura ligeramente más que 365 días. En términos modernos, el tiempo para que el planeta orbita una vez al Sol es de 365.24219 días solares medios. Así que, si los años calendarios contuvieran exactamente 365 días, se desviarían del año de la Tierra por casi un día cada cuatro años y eventualmente julio (nombrado por Julio César mismo) ocurriría durante el invierno en el hemisferio norte. Al adoptar al año bisiesto, con un día extra cada cuatro años, el año del calendario juliano se desviaría mucho menos. En 1582, el Papa Gregorio XIII proporcionó un ajuste fino adicional, en el cual no habría un día bisiesto en aquellos años terminados en 00, a menos que fueran divisibles entre 400. Este sistema de calendario gregoriano es el que está en amplio uso hoy en día. Por supuesto, la fricción de marea en el sistema Tierra-Luna ralentiza la rotación de la Tierra y gradualmente alarga el día en casi 1.4 milisegundos por siglo. Eso significa que los días bisiestos como el de hoy no serán necesarios… dentro de casi 4 millones de años a partir de ahora.
Fuente: Astronomy Picture of the Day (APOD).