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Este campo de visión telescópico bien compuesto cubre más de una Luna llena de cielo en dirección de la voladora constelación de Pegaso. Por supuesto, las estrellas más brillantes muestran puntas de difracción, el efecto comúnmente visto de los soportes internos en los telescopios reflectores, y se encuentran bien dentro de nuestra propia galaxia Vía Láctea. Las tenues pero generalizadas nubes de polvo interestelar se mueven por encima del plano galáctico y reflejan tenuemente la luz estelar de la Vía Láctea. Conocidos como cirros galácticos o nebulosa de flujo integrado, están asociadas con las nubes moleculares de la Vía Láctea. De hecho, la nube difusa catalogada como MBM 54, a menos de mil años luz de distancia, llena la escena. La galaxia aparentemente enredada en la polvorienta nube es la llamativa galaxia espiral NGC 7497. Está a unos 60 millones de años luz de distancia. Vista casi de perfil cerca del centro del campo, los propios brazos espirales y franjas de polvo de NGC 7497 hacen eco de los colores de las estrellas y del polvo en nuestra Vía Láctea.
Fuente: Astronomy Picture of the Day (APOD)