Preparado por Alicia Alvarenga Conde (ASTRO)
La misión espacial Swarm (Enjambre) de la Agencia Espacial Europea (ESA) es la primera constelación euro-canadiense de tres satélites diseñados para analizar el campo magnético de nuestro planeta, esa enorme burbuja que nos protege de la radiación cósmica y de las partículas cargadas que bombardean la Tierra a través del viento solar. Se espera que las mediciones de alta precisión y de gran resolución de la fuerza, dirección y variaciones del campo magnético de la Tierra, complementadas con otros elementos, proporcionen datos que faciliten la creación de modelos del campo magnético terrestre y su interacción con otros aspectos físicos del sistema Tierra, posibilitando el estudio de su composición así como de los procesos internos y atmosféricos, y la circulación oceánica que afecta al clima y a las condiciones meteorológicas.
El conjunto de resultados de dicha misión, además de mapas de alta resolución del campo magnético generado por la corteza terrestre y un mapa de las pequeñas señales magnéticas de los océanos, ha producido una inesperada y extraordinaria percepción de los rayos en la atmósfera superior y de las tormentas geomagnéticas. Uno de los hallazgos está vinculado a la relación entre el clima tal como lo experimentamos en tierra y su contraparte en el espacio.
Los rayos son uno de los más bellos, pero peligrosos despliegues de la naturaleza. De acuerdo a las leyes físicas, los relámpagos que vemos desde el suelo deben también propagarse hacia arriba; de esto último hay mucho por aprender. Estamos acostumbrados a ver estallidos de luz desatados por los rayos, pero ellos también transportan ondas electromagnéticas de muy baja frecuencia. Aunque la misión Swarm no fue diseñada para eso, resultó que es capaz de medir esta contraparte en la ionosfera. Al analizar los datos de los magnetómetros de los satélites, se confirmó que los instrumentos detectaron dichas ondas. Al convertirlas en sonido, se les conoce como silbadores (whistlers).
Gauthier Hulot, del Institut de Physique du Globe de Paris, opina que la data recopilada de alrededor de cuatro mil silbadores captados en cuatro días brinda la oportunidad de investigar la naturaleza de la ionósfera y ver cómo las señales de los rayos se escapan en la atmósfera y se propagan en el espacio.
Por otro lado, durante una tormenta geomagnética, los vientos solares interactúan con el campo magnético terrestre, transfiriendo grandes cantidades de energía a la atmósfera superior en forma de corrientes eléctricas. Parte de ella alimenta las auroras, pero la mayoría es transferida como calor, lo que provoca que la atmósfera superior se expanda. Para Eelco Doornbos, de la Delft University of Technology, la misión Swarm ha brindado una novedosa vista de cómo este calor es dispersado en dicha región de la atmósfera. La animación muestra que cuando una tormenta comienza, el calor entra a la zona de la aurora; en respuesta el gas por encima de ella se expande y es levantado a altitudes superiores. Luego, en cuestión de horas, cae en ondas que cubren completamente el globo. Esto es un movimiento masivo de gases en la atmósfera superior.
Rune Floberghagen, administrador de la misión Swarm, apunta que “La misión fue construida para darnos nuevo conocimiento del campo magnético, y lo está haciendo de manera espectacular”.
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